7 de junio de 2012

Hasta siempre




Recuerdo que cuando era pequeña no quería crecer. Deseaba con todas mis fuerzas quedarme para siempre, chiquitita, en esa cama cubierta de peluches, capaz de convertirse en tren cada tarde. Tan bien escenificaba mi papel de dama importante en el Orient Express y tantas cosas fascinantes inventaba para ella que no me quedó más remedio que decidir, en secreto, que si Peter Pan no lo remediaba, sería escritora y actriz. No pudo ser, o no quise que fuera, así que la única manera que se me ocurrió de estar cerca de esos a los que miraba con admiración fue convertirme en periodista.

Recuerdo cuando el Periodismo era un sueño que me impulsaba a moverme, a sacar mejor nota en las Matemáticas de 2º de BUP, a madrugar para declinar en Latín en 1º de Bachillerato, a alimentarme de manera decente durante la Selectividad, a sacrificar un verano de borrachera haciendo prácticas en una tele local…

Recuerdo la primera vez que entré en la redacción de El Mundo. Me hacía gracia autodenominarme becaria. El primer día, pensé que jamás aprendería a utilizar el Dreamweaver. Pasaron los meses y aquella mesa de la calle Pradillo se convirtió en mi segunda casa. Guardo un especial cariño a los cigarros, miles, compartidos con el becario que se sentaba a mi lado. Ese que me gustó desde el primer momento, porque leía y para él la Literatura era mucho más, era prácticamente su vida entera. Al fin y al cabo, no estaba sola tampoco en eso.

Recuerdo el día que se acabó la beca, un año después. Mi hermano celebraba su cumpleaños y yo tenía una disgusto tan grande que, antes de llegar al restaurante, tuve que parar a vomitar en un bar horrible de la calle Fuencarral.

Recuerdo sentirme unos meses bastante perdida, me pasé al lado oscuro y probé suerte en una agencia de comunicación, pero no habían transcurrido ni dos días cuando descubrí que aquello no era lo mío. Y sonó el teléfono. Querían hacerme una entrevista en Recoletos y yo pensé que qué bonito sería trabajar en una empresa con nombre de paseo. Apenas unas semanas después, volví a llamar a las puertas del Periodismo, que, gustoso, me las abrió de par en par.

Recuerdo Gaceta Universitaria. Las informaciones aburridas sobre las universidades de Norte y Levante. Qué tiempos! Marta, Maite, un poco después, Lourdes, Carolina y, por supuesto, Raúl. (La de carcajadas que me robó Raúl... Me las seguirá robando, seguro!) Los mails descontrolados que volaban de ordenador a ordenador poniendo verde a una mala compañera de cuyo nombre no quiero acordarme. Los jueves de cierre. Las miles de páginas que había que cerrar. Las confidencias en la escalera. Alguna que otra borrachera. La sensación de ser joven. Las ganas. La noticia de que la sección de cine era mía. Una entrevista a Alberto San Juan. Un cinefórum de una película de Almodóvar. Sentir la ilusión en el estómago. Estar viva.

Recuerdo la reunión en la que nos informaron de que Unidad Editorial absorbía Recoletos. Decir adiós a aquella redacción de locos que, en el fondo, se querían y se odiaban a partes iguales. Y volver a entrar en la redacción de El Mundo, que ya no estaba en Pradillo, sino en la otra punta de Madrid. El reencuentro con algunos compañeros. La falta de luz.

Recuerdo el último número de Gaceta Universitaria. Ni siquiera esperaba que con él se muriese una publicación de la que no hacía mucho habíamos celebrado su 18 cumpleaños con una noche de las que no se olvidan. Me pidieron que me fuera de vacaciones y volviese en agosto para trabajar en UVE, sólo por un mes. Llegó Anika y me firmé una contra hablando de Justin Bieber.

Recuerdo septiembre. A Isabel, a Rebeca, a Sara. Un equipo de cuatro mujeres. Un gran equipo. Cuántas risas. Y ese reportaje elaborado a ocho manos con un titular horrible, ‘Conductores letales’. Después… Bueno, lo de después terminaré olvidándolo, pero no tiene nada que ver con ese sueño que me impulsaba desde pequeña.

Ahora miro hacia delante y el futuro se ilusiona. Veo un camino de brillantes baldosas amarillas y me veo a mí, con tacones rojos, haciendo “chas chas”. Y mi sueño ya no es el mismo. Ahora se trata de ser feliz. 

7 comentarios:

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  3. Seguro que vas ampliando la lista de tus recuerdos perequianos... Suerte.

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  4. Creo que pese a esos cierres infernales, los mejores recuerdos que guardo de esta empresa son aquéllos en Recoletos, en los que estábamos recién licenciadas y vivíamos con ilusión y algunas risas, intentando contener la ansiedad otras veces, aperturas disparatadas con hamburguesas, tomates azules y algún que otro James Bond que tanto nos unió.
    Te va a ir genial!! Y yo seguiré ahí para verlo ;)
    Muaaaaaa

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  5. Pd: se te ha olvidado recordar cuando queríamos mandar a cierta persona a Cambio radical!! Al menos para que se lavase los dientes!!

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  6. Y cuando vomitaste en el lavabo porque esa misma persona abrió la puerta del baño y... cómo definirlo... fue asqueroso!!

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  7. Madre mía!! No me acordaba de ese momento, Jajajajajajaja. Q ascooooo

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