30 de julio de 2012

Cinco letras. Nada.

Es la imagen de tu nombre, dos vocales, tres consonantes, la que me adormila cada noche y me despierta cada mañana. Cada vez más pronto. Insomne. No hay sueño. Ni sueños. Ni planes. Ni nada. Apenas un puñado de recuerdos que el tiempo se encargará de diluir con la nada.

Nada. Sólo cinco letras.

15 de julio de 2012

Ladis


Rojo. Negro. Verde. Violeta. Amarillo. Azul. Morado. De colores. La vida se pintaba de colores. A tu lado. Levantarse los miércoles y encontrar tus pantorrillas sobresaliendo de ese sofá incomodísimo que no sé cómo no te rompió el cuello. Como a mí. Tu ropa de currar en la habitación rosa. Prepararte un cola-cao. Tu voz. Tu risa. Tu abrazo. Tus camisetas reivindicativas. Encontrarte en el Parque del Oeste un jueves cualquiera después de comer. Pitarte en la calle Ferraz y sentir que se me había alegrado el día. Ir por libre a kalimotxos. Y emborracharnos a pacharanes con limón. Que aparecieras una tarde en la cafetería de mi facultad y me recomendaras el bar del jamón y el queso de Lavapiés. Tu blackberry en forma de cuadernillo de notas. Comprarte ‘Rosario dinamitera’ en la Casa del Libro y quedármelo. Prestártelo después sin confensar que, en realidad, era para ti. La bronca que te eché por dejarte la puerta del baño abierta el martes que llegué a casa y Anika había robado de encima del lavabo mi maquillaje. El mensaje que te mandé al día siguiente pidiéndote disculpas y diciéndote que me importaba una mierda el colorete de Nars. Imposible enfadarse contigo. Tus gominolas. Los mediodías en mi casa sin comer en las fiestas del Rosario. Decirte que te quería mucho en la Plaza de España. Que me llamaras Pipiola. Tu riñonera. La escapadita a Jubera. Fabada en León. Cachopo en Candás. Tarde de playa en Candás. El hombre rebozado de arena en Candás. El hombre desnudo en el paseo marítimo de Candás. Reírte de mi música. No darle siquiera una oportunidad. Ponerte a Nacho Vegas en el coche y comerme la oreja para que lo quitara antes de la tercera canción. Cabezota. Prometerte ir al Lumbreiras cuando tú vinieras conmigo al Sonorama. Tu pelo. Peinarte. Hablarle a todo el mundo de ti. De lo especial que eras. Sentirme afortunada de lo especial que eras. Rojo. Negro. Verde. Violeta. Amarillo. Azul. Morado. Y, ahora, gris. 

7 de julio de 2012

Memoria extraviada


En el bloque de enfrente hay una fiesta. Música, ruido, gritos, risas, gente, mucha gente, gente muy joven. Luces de colores y globos en la terraza. Mi casa está en silencio. Apenas iluminada por la bombilla de la lámpara de pie. Escucho las teclas del ordenador y echo de menos aquella máquina de escribir con la que jugaba de pequeña. Más escandalosa, como si cualquier cosa que se plasmara sobre papel cobrara relevancia. A Gabo le sacaban de quicio los borrones de las máquinas de escribir.  A mí me saca de quicio que no vaya a contarla más. Vivir para contarla. Que la siga viviendo, aunque sea con la memoria extraviada.  

3 de julio de 2012

Y me vi



Todavía me recuerdo entre tus brazos. Aquel primer día, en una habitación rosa llena de peluches, que invitaba a cualquier cosa menos al placer. Tan niña a tu lado, mirándote con admiración como si estuvieras por encima del bien y del mal. Como un dios. Mi dios. Ibas a hacerme el amor después de suplicártelo durante semanas. Me sentía tan fea. Tan torpe. Como una virgen. Me agarraste por los codos, casi con violencia, y me pusiste delante del espejo. Me obligaste a mirarme sabiendo que odiaba mi cuerpo desnudo, las cunetas sombrías de mis curvas empeñadas en hablar de amor. Y me vi. Me vi a través de tus ojos. Me vi por primera vez en mi vida.

Y Dios me hizo mujer. 

1 de julio de 2012

Entrelaza-dos



Tregua de insomnio. Cuando despierto son ya las diez de la mañana. Por fin. Te siento en mi espalda. Miro nuestras manos, nuestros dedos entrelaza-dos. Me aprieto contra tu piel. Voy al baño a lavarme los dientes y las manos. En el espejo, parezco un mapache. Me has hecho sudar. El sexo embadurna de rímel y eyeliner los bordes de mis ojos. Me gusta mi cara negra de placer. Sonrío. Vuelvo a tu lado. Acaricio tu nuca despacito para no despertarte. Y la huelo. Las sábanas están todavía mojadas. Como yo.