29 de mayo de 2012

April Wheeler


La culpa es de Richard Yates, que me dejó en estado de shock con ‘Revolutionary Road’, un drama del que no he podido desprenderme en los últimos tres años. Desde entonces tengo a April Wheeler en el hombro, haciéndome reflexionar sobre nuestras vidas irremediablemente vacías.

Esta novela atiza fuerte al lector, porque precisamente habla de nuestros ideales. Habla de mí. Encontrarme a mí misma negro sobre blanco me produjo una fuerte conmoción, haciendo cierto ese dicho de que hay libros que te cambian la vida. Habla de mis sueños. De mis frustraciones. De mis ansias de vivir la vida como si importara, aunque parezca que estoy loca de atar. De mi hipocresía. De mis miedos, porque hace falta mucho valor para tener la vida que uno quiere. De mi anhelo de liderar una revolución desde el mismo fondo del corazón, aunque sea consciente de que sería una revolución imposible. O quizá no.

Gracias, April. Sin ti no habría podido. Ahora miro hacia delante y el futuro se ilusiona. 


Y la literatura volvió a hacer magia. 

21 de mayo de 2012

Aquella noche...


Recuerdo esa sensación de estar viviendo una historia que no me pertenecía. 
Sólo tenía 26 años.

Amaneció. 
La ciudad no estaba destruida.
Cuánto sinsentido! 

17 de mayo de 2012

Estigmatizada


Llevaba el sabor de tus besos sobre mis labios. Tomé la costumbre de morderlos y lamerlos hasta agrietarlos. Sobre todo en invierno.

Llevaba el olor de tu nuca pegado al cuello. Jamás humedecí con perfume suavemente mis clavículas.

Llevaba la marca de tus manos alrededor de las costillas, agarrándome fuerte. Hiperventilaba. 

Tus estigmas adornaban mi cuerpo, pero no fui capaz de percibirlos hasta que te encontré. 

7 de mayo de 2012

Cama



A veces muerdo la almohada cuando la madrugada es fría y la soledad me aplasta hasta herirme de gravedad. Muerta de pena. A veces estrujo las sábanas entre mis puños cuando mi cuerpo está caliente y el tuyo me llena de gozo. Muerta de placer. A veces prescindo de la almohada, me quedo con tu pecho, y de las sábanas, tus brazos me rodean para templarme. Me mata el amor.