4 de abril de 2011

Over the rainbow

Cuando me compré aquellos zapatos lo hice porque todo transcurría tan bien que estaba segura de que, por fin, había encontrado ese camino de baldosas amarillas que me conducirían hasta mi verdadero hogar. Después de pagar con la tarjeta de crédito, apreté la bolsa contra mi pecho segura de que eran una señal, un símbolo de que algo grande iba a pasar, de que mis pisadas resonarían más firmes, más seguras, con más garbo.

Esta mañana me he levantado apática, como cada día desde hace un mes, y como una autómata me he metido en la ducha. Mientras me estaba vistiendo he visto tirados en un rincón mis zapatos rojos y he sonreído con tristeza mientras me los ponía. He salido a la calle, pero los adoquines seguían siendo grises.

Nada más llegar a la oficina he ido a la máquina de café. “Un descafeinado, todavía estoy muy nerviosa”, he pensado. Allí me he encontrado con el chico guapo del diario de salud, el que lleva libros de Chuck Palahniuk en la mano, el mismo que jamás me había dirigido la palabra. Me ha mirado de arriba a abajo fijándose muy bien en mis pies. Después ha dicho guiñándome un ojo: “No sabía que Dorothy trabajase aquí”.

En cuanto he salido a la calle, después de una jornada frenética, he mirado al suelo, donde me he encontrado con una de esas marcas amarillas en zigzag que prohíben a los coches parar.

3 comentarios:

  1. Qué bonito!!! Las señales SIEMPRE están ahí, lo que pasa es que debemos abrir los ojos, la mente y el corazón para poder recibirlas e interpretarlas.
    Mua!

    Kusita

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  2. Lo mismo llegas a Oz, nunca hay que perder la esperanza.

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  3. Será una señal o cosas del destino, pero acabo de caer en tu blog y precisamente la idea que me movió a empezar el mío fue esa búsqueda de un "somewhere over the rainbow" donde uno encuentra la felicidad!!

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