14 de abril de 2011

No pases por el aro, lee ‘Deseo de ser punk’

“Ahora prefiero ser un indio que un importante abogado”, de Robe Iniesta, o “deseo de ser piel roja”, de Leopoldo María Panero, o “deseo de ser punk”, del que ahora me ocupo, de Belén Gopegui. Todas estas frases tienen un denominador común: buscar un lugar para no dejarse devorar por la mediocridad, por el sistema, por lo políticamente correcto. En esas está Martina, la protagonista de esta brillante novela, una adolescente de 16 años que busca en la música, y no en cualquiera, la manera de afrontar el doloroso tránsito de hacerse mayor, cuando uno empieza a preguntarse por qué las cosas son como son y no como deberían ser. Reincidentes, Fe de Ratas, Leño o Johnny Cash, entre otros, se convierten en sus compañeros de viaje.


Con semejante presentación queda claro que no puedo ser objetiva con esta obra. Quizá porque esta Pilar se pareció un día demasiado a aquella Martina. Yo también estuve perdida entre la frivolidad de supuestos amigos que me parecían marcianos. Yo también me preguntaba por qué a mi alrededor vivían su personal día de la marmota algunos rebeldes de antaño, hoy domesticados. Yo también busqué respuestas tarareando “uh, cerebros aplanaos; uh, ilusiones dirigidas; viejos de nuestra edad; vaya pena que dan”. Yo también me negaba a pasar por el aro, a ser una más. Yo también me quería comer el mundo. Y, después, cambiarlo. No, no iba a claudicar. Y cantar a gritos cuando nadie me escuchaba me llenaba de valor. Como a Martina.


Y todo ello porque un día fallece el padre de su mejor amiga. El único adulto que la hizo sentirse persona y no una niña. Muchas veces es la muerte la que nos hace mayores y provoca que nos replanteemos quiénes somos y cuál es nuestro papel. Rompe nuestro universo y nos deja un duro trabajo: reconstrucción. Entre canciones, libros de Albert Camus o Victor Hugo y preguntas, muchas preguntas sin respuesta, prepara un acto simbólico para reivindicar que, aunque se haya enfrentado a ella, aunque la haya tocado, la muerte no la ha derribado. Que está viva y su papel es despertar a los demás de su letargo, invitarles a que vuelvan a pasar por el aro, pero en dirección contraria.


Escrita en un sencillo estilo epistolar, la obra fluye, fresca (la propia Belén Gopegui ha asegurado que tuvo que esforzarse por “desutilizar el lenguaje adulto, por quitar constreñimientos literarios; no tanto imitar a un adolescente como dejar de imitar al adulto”) para recordarnos que casi todos fuimos Martina, aunque ya se nos haya olvidado. Nunca es tarde.

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