13 de mayo de 2011

Gira que gira

Parece mentira, pero la vida sigue, con sus días de sol, sus tormentas ruidosas que nos iluminan momentos tenebrosos, su estrés vital y sus momentos de paladear a cámara lenta un café con leche frente a la pantalla del ordenador. Como si nada hubiera pasado. Los trenes siguen saliendo de la estación, llevando dentro tantas historias como pasajeros. Supongo que no todos somos dignos de protagonizar la portada de los periódicos ni los titulares de los informativos. Por eso, el mundo no se para.

Qué ropa me pongo, qué quiero de segundo plato, llevo el coche al taller o espero unos días. La vida sigue. Como si nada hubiera pasado. Los atascos de hora punta siguen sonando nerviosos y pintando de gris el paisaje madrileño. El mundo no se para.

Me voy a comprar un libro, tengo un temazo para un reportaje que nunca escribiré, me pinto las uñas de rojo. La vida sigue. El acordeonista de la esquina, el que se parece a Gepetto, sigue provocando sonrisas con la misma melodía de todas las tardes. El mundo no se para.

Y, a veces, después de disfrutar ese café con leche, escoger la ropa adecuada, pedir emperador, cambiar el aceite y su filtro, decidir que mañana mismo te vas a acercar a comprar ‘El rumor del oleaje’, ponerte en marcha para aceptar que nunca escribirás el mejor texto de tu vida y pintarte las uñas de rojo, te das cuenta de que quizá por dentro te hayas quedado quieta, muy quieta, mientras que el mundo gira. Mirando hacia detrás, como si nada hubiera pasado, mientra que el mundo juega a bailar como una peonza.

Le concedo este baile?

Con mucho gusto…

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