Ya no quiero nada. Ni tus lágrimas absurdas. Ni tus te
quieros. Ni que me mentes una vez más a la rosa de El Principito. Ni tus
manos. Ni tus versos. Ni tu labia. Ni tu sexo, no es tan bueno. Ya no quiero
nada. Ni tus dolores de estómago. Ni mis vómitos. Ni tus traumas infantiles. Ni a tu madre. Ni a tu perro. Ya no quiero nada. Ni tu Peter Pan. Ni mi Campanilla. Ni tu Miguelito Dávila. Ni mi Luli
Gigante. Ni nuestro camino de los ingleses, no lleva a ninguna parte. Ya no
quiero nada. Ni tus libros de Bukowski. Ni tus putas canciones de Los Planetas. Ni tu
ego. Ni tus historias de los 90 que no comprendo, yo era una niña y tú un niñato. Ya no
quiero nada. Ya no (te) quiero nada.
Que duro y directo... pero algunas veces es mejor ser más directo de lo necesario que perderse en retórica y no decir nada.
ResponderEliminarUn saludo