Se acabó aquel beso y había que inventar a qué jugar. Ahora
acaricio tu pecho con el dedo índice de la mano izquierda esquivando quizás. Ahora me respiras buscando
aroma a canela, a frambuesa, a certeza. Pero ya no huelo a diosa. Solo a mujer.
Aquel beso tendría que haber durado un millón de años.