Las cosas pequeñas se me hacen mundos. Pisoteo las importantes. Pretendo no verlas. Que así no duelan. Pero ahí están, aplastadas debajo de mis pies diminutos, pegadas a ellos como asquerosas sanguijuelas. Me estoy quedando sin sangre. Me gusta ir desangrándome. Porque todavía estoy viva.
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