La culpa es
de Richard Yates, que me dejó en estado de shock con ‘Revolutionary Road’, un
drama del que no he podido desprenderme en los últimos tres años. Desde
entonces tengo a April Wheeler en el hombro, haciéndome reflexionar sobre
nuestras vidas irremediablemente vacías.
Esta novela
atiza fuerte al lector, porque precisamente habla de nuestros ideales. Habla de
mí. Encontrarme a mí misma negro sobre blanco me produjo una fuerte conmoción,
haciendo cierto ese dicho de que hay libros que te cambian la vida. Habla de
mis sueños. De mis frustraciones. De mis ansias de vivir la vida como si importara,
aunque parezca que estoy loca de atar. De mi hipocresía. De mis miedos, porque
hace falta mucho valor para tener la vida que uno quiere. De mi anhelo de
liderar una revolución desde el mismo fondo del corazón, aunque sea consciente
de que sería una revolución imposible. O quizá no.
Gracias,
April. Sin ti no habría podido. Ahora miro hacia delante y el futuro se
ilusiona.
Y la literatura volvió a hacer magia.
Y la literatura volvió a hacer magia.
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