Te busqué todo un verano. El que me había propuesto que
fuese el más feliz de mi vida. Qué ilusa.
Habían cambiado tantas cosas últimamente. Ya sabes, me corté
el pelo muchísimo. El símbolo de haber terminado con todo aquello que me hacía
daño. Sansón a la inversa. Siempre me gustó hacer las cosas justo al revés de
lo que se espera.
Y allí estaba, en pantalón corto y camiseta de tirantes
blanca. Mirando el móvil. Buscando tu nombre. Bloqueando el teléfono. Dejándolo
boca abajo encima de la mesa. Volviéndolo a coger. Mirando nuestras fotos. Escuchando
esa canción una y otra vez. Esperando(te) en un bucle al que no quería, o no
podía, poner fin.
Pasó julio. Y agosto. La niña que vive en mí estaba
convencida de que volverías en septiembre. Pero aquí no hay nadie. Ya no hay
nada. Ni siquiera hace calor.
Puede que jamás me reconcilie con el verano.
Siempre te quedara la primavera. Que bonito escribes!
ResponderEliminartal cual. primero odié el invierno porque el frío era como el lado vacío de una cama. pero luego llegó el calor... y contra ese no abrigo ni mantas. vaya mierda de verano, eh? escribes de putisima madre, no sé porqué he tardado tanto tiempo en encontrarte (y el caso es que me suenas de algo).
ResponderEliminarsaludos.
Todos queremos que nos encuentren. ¿Te suena?
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