Algo hizo crac. Tus rizos, anillos de compromiso de mis
dedos, empezaron a incomodarme. Era verano y se me dilataban las carnes. Lucía biquini y horribles marcas
enrojecidas por encima de los nudillos. Me hacían llorar de dolor. Y rabiaba de
llanto.
El día que regresé a casa y no te encontré supe en seguida
dónde buscarte. Me asomé al cubo de la basura y allí estaba tu pelo, recién
cortado. La última carta de nuestro amor no me arrancó ni una lágrima. Sólo
alivio y susto al contemplar cómo mis dedos se afinaban como hilos.
Un gustazo esa sensación de libertad. Y como la has creado, la imagen, es perfecta.
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