Me acuerdo que cuando era pequeña me dedicaba a quitar todas las multas de los limpiaparabrisas que me encontraba de camino al colegio. No quería que los dueños de esos coches se llevasen un disgusto. Intentaba ayudarles a ahorrar. Recuerdo que muchas tardes mi cama se convertía en un tren, que mis peluches y muñecas cobraban vida para convertirse en mis compañeros de viaje. Me acuerdo de que si navegaba en el regazo de mi padre no había ola que me tumbase. Recuerdo que mi madre era capaz de curarme cualquier enfermedad con una tirita. Ojalá ahora todo fuera tan fácil. A lo mejor lo es. Quizá sólo tenga que ponerme las botas de agua rojas y saltar como si estuviera loca encima de los charcos. Quizá...
Me encanta, ahora, una cosa te digo, el otro día pensé yo si habría algún cabrón que se dedique a quitar las multas de la ORA, puesto que es una putada, al que se la quitas, no la ve y no la puede anular, y luego le llega a casa el multaco cuando podía haberlo anulado, no? La intención era buena pero el resultado no. Aún así, te animo a que te pongas las botas rojas y vayas a quitar multas para evitar que al menos hoy, esa gente se lleve un berrinche y sean un poco más felices, eso sí, hasta que les llegue a casa y a tu madre la pobre, le caiga un chorongo del cielo ;-)
ResponderEliminarCreo que el día que me explicaron lo de las multas, me hice un poco mayor.
ResponderEliminarSi no lo supieras seguro que aún seguías haciéndolo, y siendo un poco más niña, quién fue el cabrón que te quitó parte de la niñez, a por él.
ResponderEliminarDespués de este escrito, se puede decir, que nunca llueve a gusto de todos.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Jajajaja, lo de las multas de los parabrisas me mató. A veces nos ponemos a recordar todo tipo de cosas y nos damos cuenta de que la vida pasa rapido ;)
ResponderEliminarBesos guapa
Malas noticias: esos tiempos nunca más volverán. De hecho la cuestión se pondrá un poco más perversa.
ResponderEliminarLo siento.
Bss.