Es la imagen de tu nombre, dos vocales, tres consonantes, la que me adormila cada noche y me despierta cada mañana. Cada vez más pronto. Insomne. No hay sueño. Ni sueños. Ni planes. Ni nada. Apenas un puñado de recuerdos que el tiempo se encargará de diluir con la nada.
Nada. Sólo cinco letras.
30 de julio de 2012
22 de julio de 2012
15 de julio de 2012
Ladis
Rojo. Negro. Verde. Violeta. Amarillo. Azul. Morado. De
colores. La vida se pintaba de colores. A tu lado. Levantarse los miércoles y
encontrar tus pantorrillas sobresaliendo de ese sofá incomodísimo que no sé cómo
no te rompió el cuello. Como a mí. Tu ropa de currar en la habitación rosa. Prepararte
un cola-cao. Tu voz. Tu risa. Tu abrazo. Tus camisetas reivindicativas.
Encontrarte en el Parque del Oeste un jueves cualquiera después de comer. Pitarte
en la calle Ferraz y sentir que se me había alegrado el día. Ir por libre a
kalimotxos. Y emborracharnos a pacharanes con limón. Que aparecieras una tarde
en la cafetería de mi facultad y me recomendaras el bar del jamón y el queso de
Lavapiés. Tu blackberry en forma de cuadernillo de notas. Comprarte ‘Rosario
dinamitera’ en la Casa del Libro y quedármelo. Prestártelo después sin confensar
que, en realidad, era para ti. La bronca que te eché por dejarte la puerta del baño abierta el martes que llegué a casa y Anika había robado de encima del lavabo mi maquillaje. El mensaje que te mandé al día siguiente pidiéndote disculpas y diciéndote que me importaba una mierda el colorete de Nars. Imposible enfadarse contigo. Tus gominolas. Los mediodías en mi casa sin
comer en las fiestas del Rosario. Decirte que te quería mucho en la Plaza de
España. Que me llamaras Pipiola. Tu riñonera. La escapadita a Jubera. Fabada en
León. Cachopo en Candás. Tarde de playa en Candás. El hombre rebozado de arena
en Candás. El hombre desnudo en el paseo marítimo de Candás. Reírte de mi música.
No darle siquiera una oportunidad. Ponerte a Nacho Vegas en el coche y comerme
la oreja para que lo quitara antes de la tercera canción. Cabezota. Prometerte
ir al Lumbreiras cuando tú vinieras conmigo al Sonorama. Tu pelo. Peinarte.
Hablarle a todo el mundo de ti. De lo especial que eras. Sentirme afortunada de
lo especial que eras. Rojo. Negro. Verde. Violeta. Amarillo. Azul. Morado. Y,
ahora, gris.
7 de julio de 2012
Memoria extraviada
En el bloque de enfrente hay una fiesta. Música, ruido,
gritos, risas, gente, mucha gente, gente muy joven. Luces de colores y globos
en la terraza. Mi casa está en silencio. Apenas iluminada por la bombilla de la
lámpara de pie. Escucho las teclas del ordenador y echo de menos aquella máquina
de escribir con la que jugaba de pequeña. Más escandalosa, como si cualquier
cosa que se plasmara sobre papel cobrara relevancia. A Gabo le sacaban de
quicio los borrones de las máquinas de escribir. A mí me saca de quicio que no vaya a contarla
más. Vivir para contarla. Que la siga viviendo, aunque sea con la memoria
extraviada.
3 de julio de 2012
Y me vi
Todavía me recuerdo entre tus brazos. Aquel primer día, en
una habitación rosa llena de peluches, que invitaba a cualquier cosa menos al
placer. Tan niña a tu lado, mirándote con admiración como si estuvieras por encima del
bien y del mal. Como un dios. Mi dios. Ibas a hacerme el amor después de suplicártelo
durante semanas. Me sentía tan fea. Tan torpe. Como una virgen. Me agarraste
por los codos, casi con violencia, y me pusiste delante del espejo. Me
obligaste a mirarme sabiendo que odiaba mi cuerpo desnudo, las cunetas sombrías
de mis curvas empeñadas en hablar de amor. Y me vi. Me vi a través de tus ojos.
Me vi por primera vez en mi vida.
Y Dios me hizo mujer.
1 de julio de 2012
Entrelaza-dos
Tregua de insomnio. Cuando despierto son ya las diez de la
mañana. Por fin. Te siento en mi espalda. Miro nuestras manos, nuestros dedos
entrelaza-dos. Me aprieto contra tu piel. Voy al baño a lavarme los dientes y
las manos. En el espejo, parezco un mapache. Me has hecho sudar. El sexo
embadurna de rímel y eyeliner los bordes de mis ojos. Me gusta mi cara negra de
placer. Sonrío. Vuelvo a tu lado. Acaricio tu nuca despacito para no
despertarte. Y la huelo. Las sábanas están todavía mojadas. Como yo.
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